La vida en pequeñas dosis

Month: marzo 2012

Espadas malditas en la literatura fantástica (2)

Bienvenidos a la segunda entrega sobre nuestras grandes amigas, las espadas malditas. Nada como una espada poseída por un espíritu maligno o condenada a matar a su portador para alegrarnos el día (como lectores de literatura fantástica, se entiende).

Hoy vamos un poco hacia atrás en el tiempo, saltando del año 1954 en el que habíamos dejado a Poul Anderson y su espada rota al año 1891, año de publicación del libro “Eric Brighteyes”, de Henry Rider Haggard.

Eric Brighteyes

Henry Rider Haggard fue un prolífico autor de fantasía, aunque en su época (siglo XIX) el género todavía no tenía una entidad propia. Sus relatos de aventuras fueron una inspiración para otros grandes autores posteriores, como Robert E. Howard y Edgar Rice Burroughs.

Portada de "Eric Brighteyes"
Portada de “Eric Brighteyes”

En 1891, Haggard ya había publicado sus dos obras más famosas, “Las Minas del Rey Salomón” y “She” (“Ella”). Ambas están basadas en el modelo del explorador europeo que viaja a un reino oculto en el interior de África, continente que estaba empezando a ser descubierto. Aunque sus obras rezuman de los pecados comunes a la literatura victoriana (los protagonistas siempre son europeos, anglosajones y cristianos; y siempre contrasta su civilización con el barbarismo de los nativos que encuentran), son uno de los primeros ejemplos de ficción de entretenimiento puro y duro, y todavía son muy populares.

“Eric Brighteyes” sorprendió a sus lectores por el cambio de tono y ambientación. Es una imitación de historias escandinavas y germánicas conocidas como sögur (plural del islandés saga, “lo que se dice” o “historia, cuento”), ambientadas durante la söguöld o “edad de las sagas” (siglos X-XI), y recogidas por escrito mucho más tarde, en el siglo XIII. Irónicamente, fueron pasadas a pergamino por clérigos cristianos, que no creían en todos aquellos dioses y criaturas que estaban describiendo.

El protagonista es Eric Thorgrimursson, islandés, también llamado “Eric Brighteyes” (Eric “Ojos Brillantes”) por el brillo de sus ojos. A lo largo de la novela, intenta ganarse el amor de Gudruda “The Fair” (Gudruda “la Bella”), que también está enamorada de él. Pero la bruja Swanhild y otro vikingo, Ospakar “Blacktooth”, intentarán impedírselo. Como las sagas tradicionales, el relato es trágico a pesar de los actos heroicos de Eric y sus aliados. La novela no tiene apenas elementos sobrenaturales, aunque los que aparecen son muy importantes para la trama. Están personificados por Swanhild, que usa sus maléficos poderes para impedir que Eric y Gudruda se reunan.

Snorri Sturluson, uno de los que recopilaron las antiguas sagas

Snorri Sturluson, uno de los que recopilaron las antiguas sagas

Y como no podía ser de otra forma, también hay una espada, Whitefire. Su origen es muy antiguo:

“Ay, Asmund, a wondrous blade indeed. There is no other such in the world, for the dwarfs forged it of old, and he shall be unconquered who holds it aloft. This was King Odin’s sword, and it is named Whitefire. Ralph the Red took it from King Eric’s cairn in Norway”

Y aunque no tiene la mala leche de Stormbringer o Tyrfing, las runas inscritas en ella tampoco auguran nada bueno para su portador:

“Whitefire is my name—
Dwarf-folk forged me—
Odin’s sword was I—
Eric’s sword was I—
Eric’s sword shall I be—
And where I fall there he must follow me.”

Como se podrán imaginar, la profecía inscrita en la espada acaba siendo cierta. Y hasta aquí puedo leer para no estropearles el relato.

“Eric Brigheyes” fue una gran influencia en “The Broken Sword”, como verán si leen ambos libros. Pero no vamos a cerrar nuestra saga de espadas malditas aquí. Vamos a dar otro pequeño salto, esta vez hacia adelante, y volver con uno de nuestros autores favoritos: JRR Tolkien. Porque tampoco el Maestro se pudo escapar al atractivo de las espadas malditas.

Túrin Turambar y Gurthang

La historia de Túrin Turambar es un relato que Tolkien empezó a escribir, con posteriores modificaciones, en 1917. Originalmente se llamaba “Turambar and the Foalókë”, y ha sido recogida en “El Silmarillion” (donde la leí yo) y más recientemente en otro libro póstumo llamado “The Children of Húrin”.

Portada de "The Children of Hurin"

Portada de "The Children of Hurin"

Como todas las anteriores, la historia de Túrin es trágica: un príncipe humano alto y apuesto, hijo del gran rey Húrin, perdió a su padre con ocho años, cuando éste fue capturado en la “Batalla de las Lágrimas Innumerables”. Fue adoptado por el rey elfo Thingol (el padre de la famosa Lúthien), pero años más tarde tuvo que huir por causar la muerte de uno de sus consejeros. Su mejor amigo, el elfo Beleg Cúthalion, fue a buscarle y le ayudó. Pero con él llevaba la semilla de su destrucción: Anglachel, la espada negra, hecha por el elfo oscuro Eöl a partir del hierro de un meteorito.

Melian, una maia y esposa de Thingol, ya percibía que aquella espada no era trigo limpio:

There is malice in this sword. The dark heart of the smith still dwells in it. It will not love the hand it serves, neither will it abide with you long.

Y acertó: por accidente, Túrin confundió a Beleg con un enemigo y le mató con aquella espada. Después de haberse recuperado del dolor por haber matado a su mejor amigo, Túrin hizo reforjar la espada y le dio su nombre definitivo: Gurthang, “Hierro de Muerte”.

Tras muchas otras aventuras y desventuras, Túrin mató al dragón Glaurung con Gurthang, pero éste le reveló un gran secreto: Túrin se había casado con Finduilas, que aunque él no lo sabía, era su hermana. Previamente se lo había dicho también a Finduilas, que se suicidó tirándose por un acantilado; y luego Túrin, incapaz de soportar la tristeza, le pidió a Gurthang que le quitara la vida. Lo que, huelga decir, la espada aceptó encantada.

Extrañas coincidencias

¿Les suena esta parte final del diálogo entre Túrin y Gurthang? Debería: pasa lo mismo entre Elric y Stormbringer al final de su saga. ¿Plagio? ¿Es posible que Moorcock, que ha dicho hasta la saciedad que no le gustaba la ficción de Tolkien, le copiara en algo así?

¿Y también encuentran ciertas similitudes con “The Broken Sword”? ¿Es que también Poul Anderson copió el relato no publicado entonces de Tolkien?

No es eso, en realidad. Pero aclararemos el misterio en la siguiente entrega.

 

Espadas malditas en la literatura fantástica (1)

(esto iba a ser sólo una entrada, pero creció y creció hasta convertirse en otra serie más)

Las espadas son un elemento básico de la literatura de fantasía. No hay otro arma que haya capturado nuestra imaginación como este trozo de metal. Ha dado nombre a todo un género (“Espada y Brujería”), y nuestros antepasados les daban tanta importancia que hasta les ponían nombres. En Wikipedia tienen toda una entrada dedicada a las espadas de ficción, y otra a las espadas históricas.

Una espada en la forja (Fuente: http://www.powning.com)

Una espada en la forja (Fuente: http://www.powning.com/jake)

Si la leen un poco por encima, verán que muchas tienen varias cosas en común: un origen antiquísimo, la capacidad de hacer invencible a su portador, y cierta personalidad más o menos presente. En la literatura fantástica estos poderes se han llevado hasta el extremo, haciendo que haya espadas que tienen tanta o más importancia que sus portadores. Es el caso de Excalibur, y de otra de la que les quiero hablar hoy:Stormbringer, la espada negra, la espada de Elric de Melniboné.

Portadora de Tormentas

“Stormbringer” es un término de ésos que en inglés suenan bien pero que es difícil traducir a castellano sin que pierda toda su gracia. En las novelas de Elric, el rey albino proscrito creado por Michael Moorcock, se ha traducido por “Portadora de Tormentas” y “Tormentosa”. No me gusta ninguna de las dos opciones, porque ninguna es fiel al significado real de ese nombre: “la que trae la tormenta”, la que atrae a la tempestad; un arma que lleva a la perdición tanto a sus enemigos como a su portador.

Elric y Stormbringer, inmortalizados por Michael Whelan

Elric y Stormbringer, inmortalizados por Michael Whelan

Stormbringer aparece desde el principio en la saga de Elric, como metafórico bastón en el que se apoya. Enfermizo, débil y dependiente de drogas y hierbas para sobrevivir, Elric encuentra en la espada un elixir que le da las fuerzas que necesita para vengarse de su primer gran enemigo, Yrkoon. Lo malo es que Stormbringer necesita ser alimentada a base de almas, pero ya se sabe: las mascotas raras necesitan de cuidados especiales.

Stormbringer es el epítome de la tradición de “espadas malditas”. Es la que tiene una personalidad más desarrollada, y la más moderna de todas ellas. Hoy quiero analizar con ustedes de dónde viene esta tradición.

Para eso, lo primero es dar un paso atrás: de los 60 en que fue escrito el primer relato de Elric a una década atrás, los años 50.

La Espada Rota

Año 1954. Marilyn se casa con Joe DiMaggio. Bill Haley & The comets crean el Rock and Roll con “Rock around the clock”. La primera película de Godzilla aparece en Japón. Y en el frente literario, se publican dos libros fundamentales en la literatura actual: “The Lord of the Flies” (“El Señor de las Moscas”), de William Golding, y los dos primeros volúmenes de “El Señor de los Anillos”, de JRR Tolkien.

Pero entre tanto acontecimiento notable, un autor relativamente novel (sólo había publicado tres novelas hasta entonces), Poul Anderson, publica otro libro: “The Broken Sword” (“La Espada Rota”).

Portada de "The Broken Sword"

“The Broken Sword” es un relato moderno inspirado por el estilo y fuentes de las sagas nórdicas. Los Æsir, elfos, trolls y gigantes de estas sagas aparecen en ella. De este libro me quedo con dos cosas: los elfos (que beben de la misma fuente que los de Tolkien, pero son más fieles a los elfos de la tradición nórdica) y, como no, la espada rota que le da título: Tyrfing.

El libro cuenta la historia de Skafloc, un niño humano que es robado por un noble elfo, Imric. Como es tradición en estos casos, Imric deja en su lugar un vástago suyo, Valgard, que crecerá idéntico a Skafloc en apariencia pero no en naturaleza (lo que en inglés se llama unchangeling). A lo largo del libro, Skafloc y Valgard crecen en fuerza y fama, llevando a cabo diversas proezas, hasta llegar a la trágica confrontación final.

Tyrfing es un regalo de los Æsir (los dioses nórdicos, como Odín y Thor) para Skafloc. Es Bolverk, el jotun (gigante) que la forjó, quien habla de su naturaleza y poderes:

“Aye,” he breathed. “Well I remember this blade. Me it was whose help Dyrin and Dvalin besought, when they must make such a sword as this to ransom themselves from Svafrlami but would also have that it be their revenge on him. We forged ice and death and storm into it, mighty runes and spells, a living will to harm.” He grinned. “Many warriors have owned this sword, because it brings victory. Naught is there on which it does not bite, nor does it ever grow dull of edge. Venom is in the steel, and wounds it gives cannot be healed by leechcraft or magic or prayer. Yet this is the curse on it: that every time it is drawn it must drink blood, and in the end, somehow, it will be the bane of him who wields it.”

Por cierto, me gustaría que se fijaran en esos dos nombres que salen ahí: Dyrin y Dvalin. Escrito de otra forma, Durin y Dwalin. Seguro que les suenan.

Son obvias las fuentes de esta novela, pero hay otra anterior que sentó las bases del estilo “pseudo-vikingo” en el que está escrito y que fue una de sus principales influencias. Para conocerla damos otro salto atrás: al año 1891, en el que Henry Rider Haggard publica una novela llamada “Eric Brighteyes”.

Pero eso será dentro de un par de semanas, en la siguiente entrega de esta serie. ¡Nos vemos!

 

Cómo hacer un mapa con “planet” y Gimp/Inkscape (y 6)

¡Albricias, hemos llegado a la última entrega! No mientan, lo estaban deseando. Yo también, para qué mentir. Escribir entradas como ésta es entretenido, pero a la larga se hace cansado. Sobre todo, porque no he recibido ni un triste comentario. ¡Avergüéncense!

Recapitulando

La imagen de la que partíamos era ésta:

Mapa con nombres de grandes y pequeñas regiones

 

Y la imagen final a la que vamos a llegar es ésta:

Mapa final, con todos los nombres y efectos

Mapa final, con todos los nombres y efectos

Les pongo ya la imagen final porque ha pasado un tiempo desde que escribí la parte anterior de la serie, y no estoy seguro de recordar todo lo que hice para llegar aquí. Ups. No podré darles todos los pasos, pero sí la mayoría.

Ensuciando el mapa

Aunque parezca mentira, una vez que tenemos el primer mapa que les puse en esta entrada, lo único que queda es estropearlo para que parezca un pergamino viejo y gastado. Que es mucho más difícil de hacer que de decir, claro.

El primer paso es manchar el mapa. Para eso vamos a usar el filtro de generar plasmas de Gimp (“Filtros” -> “Renderizado” -> “Nubes” -> “Plasma”) sobre una capa en blanco que colocaremos, más o menos, encima de las que teníamos con los colores de la tierra y el mar. Luego le quitaremos el color (“Colores” -> “Desaturar”) y creamos un mapa de relieve con ella en una capa superior (“Filtros” -> “Mapa” -> “Mapa de relieve”). Ambas capas las pondremos en modo “Solapar”, ajustando su opacidad según nos parezca. A veces se pierde intensidad con el modo “Solapar”, y lo que hago es crear una copia de la capa y solaparla también. Pueden ver el resultado aquí:

Mapa "manchado"

Mapa "manchado"

(nótese que cambié el color del agua del mar desde el mapa anterior: ahora es #add7d0)

A continuación, vamos a simular el sangrado de la tinta. Aunque el ordenador nos permite hacer trazos perfectos, la tinta sobre el papel no es tan precisa: se filtra a los poros del papel y se difumina, que es lo que se llama “sangrado”. Para imitarlo, vamos a oscurecer los bordes del mapa y los contornos de los ríos.

Para esta parte vamos a usar la herramienta de seleccionar colores y trabajar en las capas de bordes del mapa y de ríos. En cada una seleccionaremos las líneas sobre las que vamos a trabajar, y luego ampliaremos la selección con la opción “Agrandar” (dentro del menú “Seleccionar”) unos 5 pixels. Crearemos una nueva capa (“Sangrado de bordes” y “Sangrado de ríos”, respectivamente) y en ella rellenaremos la selección de color negro. Pondremos esta capa en modo “Solapar”, y ajustaremos otra vez la opacidad. Este ciclo de solapar y ajustar opacidad se repite mucho en este tipo de trabajo, como ya habrán visto.

Ahora aplicaremos una máscara a la capa de “Sangrado de bordes”. Tal como está ahora, el borde se oscurece por ambos lados; y aunque eso nos viene bien para los ríos, no queda tan bien en los bordes de los continentes. Aplicando la máscara de “Tierra” a esta capa conseguiremos que sólo se vea la parte interior.

Algo que vi en los foros de Cartographers’ Guild es que mucha gente aplica también un ligero brillo a los bordes de los continentes, como contraste al sangrado interior que acabamos de hacer. En este mapa también está aplicado, y para conseguirlo hice lo mismo que para el sangrado de los bordes pero con dos diferencias: usé un color claro para el relleno, y en lugar de la máscara de “Tierra” usé la de “Mar”, que sólo deja ver la parte exterior de los bordes.

Without further ado, he aquí el resultado:

Mapa con sangrado de tinta y brillo del borde de los continentes

Mapa con sangrado de tinta y brillo del borde de los continentes

Para terminar, vamos a darle al mapa una textura apergaminada. Contamos para ello con el filtro “Aplicar lienzo” (dentro de “Filtros” -> “Artísticos”) de Gimp. Como además queremos darle cierto color antiguo, vamos a aplicárselo a una capa con un color: escogemos uno adecuado en la paleta (#815f00, en mi caso), creamos una capa de ese color por encima de todas las demás, y usamos el filtro de “Aplicar lienzo”. Como todavía se ve demasiado del color original, he creado una capa por encima del pergamino con un color marrón algo oscuro (#614f16), y la he puesto en modo “Color”.

Retoques finales

En teoría, con los pasos anteriores ya está terminado el mapa. Pero luego, para mí al menos, es imposible no pasar un rato revisándolo y añadiendo alguna cosa más: una capa más de textura, diferentes ajustes de opacidad, algo de “blur” en algún sitio, etc. Eso ya depende mucho de las obsesiones de cada uno, y del tiempo y ganas de las que se dispongan.

Otro retoque final son los bordes oscuros que ven alrededor de los continentes. El término técnico es woodcut, y hay muchas formas de hacerlos. Yo lo hice seleccionando los continentes, ampliando la selección varias veces (una por nivel de woodcut) y usando la opción de “Seleccionar” -> “Borde” para rellenarlos.

También he visto gente que añade líneas cartográficas, rosas de los vientos, un recuadro con el título del mapa (como en los mapas antiguos), y muchas cosas más. Todo está en Cartographers’ Guild, que es donde se junta la gente que más sabe de estas cosas. Si tienen dudas, pasen por allí.

¡Se acabó!

Y con esto doy por terminada la serie. Es la que más tiempo me ha llevado de todo lo que he escrito para Retrincos, incluyendo sus dos encarnaciones anteriores. Me ha gustado, pero da bastante trabajo.

Espero que a los del otro lado del monitor les haya gustado también, o al menos les haya parecido interesante. Siempre se aprenden cosas, aunque entiendo que no todo el mundo se dedique a crear mundos imaginarios y luego hacer mapas para ellos (o al revés). Hay mucho que aprender de Gimp e Inkscape, y esto es una buena excusa para practicarlo.

 

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