(esto iba a ser sólo una entrada, pero creció y creció hasta convertirse en otra serie más)

Las espadas son un elemento básico de la literatura de fantasía. No hay otro arma que haya capturado nuestra imaginación como este trozo de metal. Ha dado nombre a todo un género (“Espada y Brujería”), y nuestros antepasados les daban tanta importancia que hasta les ponían nombres. En Wikipedia tienen toda una entrada dedicada a las espadas de ficción, y otra a las espadas históricas.

Una espada en la forja (Fuente: http://www.powning.com)

Una espada en la forja (Fuente: http://www.powning.com/jake)

Si la leen un poco por encima, verán que muchas tienen varias cosas en común: un origen antiquísimo, la capacidad de hacer invencible a su portador, y cierta personalidad más o menos presente. En la literatura fantástica estos poderes se han llevado hasta el extremo, haciendo que haya espadas que tienen tanta o más importancia que sus portadores. Es el caso de Excalibur, y de otra de la que les quiero hablar hoy:Stormbringer, la espada negra, la espada de Elric de Melniboné.

Portadora de Tormentas

“Stormbringer” es un término de ésos que en inglés suenan bien pero que es difícil traducir a castellano sin que pierda toda su gracia. En las novelas de Elric, el rey albino proscrito creado por Michael Moorcock, se ha traducido por “Portadora de Tormentas” y “Tormentosa”. No me gusta ninguna de las dos opciones, porque ninguna es fiel al significado real de ese nombre: “la que trae la tormenta”, la que atrae a la tempestad; un arma que lleva a la perdición tanto a sus enemigos como a su portador.

Elric y Stormbringer, inmortalizados por Michael Whelan

Elric y Stormbringer, inmortalizados por Michael Whelan

Stormbringer aparece desde el principio en la saga de Elric, como metafórico bastón en el que se apoya. Enfermizo, débil y dependiente de drogas y hierbas para sobrevivir, Elric encuentra en la espada un elixir que le da las fuerzas que necesita para vengarse de su primer gran enemigo, Yrkoon. Lo malo es que Stormbringer necesita ser alimentada a base de almas, pero ya se sabe: las mascotas raras necesitan de cuidados especiales.

Stormbringer es el epítome de la tradición de “espadas malditas”. Es la que tiene una personalidad más desarrollada, y la más moderna de todas ellas. Hoy quiero analizar con ustedes de dónde viene esta tradición.

Para eso, lo primero es dar un paso atrás: de los 60 en que fue escrito el primer relato de Elric a una década atrás, los años 50.

La Espada Rota

Año 1954. Marilyn se casa con Joe DiMaggio. Bill Haley & The comets crean el Rock and Roll con “Rock around the clock”. La primera película de Godzilla aparece en Japón. Y en el frente literario, se publican dos libros fundamentales en la literatura actual: “The Lord of the Flies” (“El Señor de las Moscas”), de William Golding, y los dos primeros volúmenes de “El Señor de los Anillos”, de JRR Tolkien.

Pero entre tanto acontecimiento notable, un autor relativamente novel (sólo había publicado tres novelas hasta entonces), Poul Anderson, publica otro libro: “The Broken Sword” (“La Espada Rota”).

Portada de "The Broken Sword"

“The Broken Sword” es un relato moderno inspirado por el estilo y fuentes de las sagas nórdicas. Los Æsir, elfos, trolls y gigantes de estas sagas aparecen en ella. De este libro me quedo con dos cosas: los elfos (que beben de la misma fuente que los de Tolkien, pero son más fieles a los elfos de la tradición nórdica) y, como no, la espada rota que le da título: Tyrfing.

El libro cuenta la historia de Skafloc, un niño humano que es robado por un noble elfo, Imric. Como es tradición en estos casos, Imric deja en su lugar un vástago suyo, Valgard, que crecerá idéntico a Skafloc en apariencia pero no en naturaleza (lo que en inglés se llama unchangeling). A lo largo del libro, Skafloc y Valgard crecen en fuerza y fama, llevando a cabo diversas proezas, hasta llegar a la trágica confrontación final.

Tyrfing es un regalo de los Æsir (los dioses nórdicos, como Odín y Thor) para Skafloc. Es Bolverk, el jotun (gigante) que la forjó, quien habla de su naturaleza y poderes:

“Aye,” he breathed. “Well I remember this blade. Me it was whose help Dyrin and Dvalin besought, when they must make such a sword as this to ransom themselves from Svafrlami but would also have that it be their revenge on him. We forged ice and death and storm into it, mighty runes and spells, a living will to harm.” He grinned. “Many warriors have owned this sword, because it brings victory. Naught is there on which it does not bite, nor does it ever grow dull of edge. Venom is in the steel, and wounds it gives cannot be healed by leechcraft or magic or prayer. Yet this is the curse on it: that every time it is drawn it must drink blood, and in the end, somehow, it will be the bane of him who wields it.”

Por cierto, me gustaría que se fijaran en esos dos nombres que salen ahí: Dyrin y Dvalin. Escrito de otra forma, Durin y Dwalin. Seguro que les suenan.

Son obvias las fuentes de esta novela, pero hay otra anterior que sentó las bases del estilo “pseudo-vikingo” en el que está escrito y que fue una de sus principales influencias. Para conocerla damos otro salto atrás: al año 1891, en el que Henry Rider Haggard publica una novela llamada “Eric Brighteyes”.

Pero eso será dentro de un par de semanas, en la siguiente entrega de esta serie. ¡Nos vemos!